lunes, 5 de diciembre de 2011

Un viaje clandestino, entre cuchillas, plumas y sangre


Mas allá de una bonita ciudad, Huancayo departamento de Junín ignora el maltrato animal a pocas cuadras de la plaza principal.

Por Alejandro Zárate.
Caminan entusiasmados llegando de uno en uno, luego hacen presupuesto, estudian lo que podrá pasar, después hay risas, gritos, desesperación y otros sentimientos encontrados al estar presente en una pelea de gallos, donde la muerte, la sangre, y el dolor se mezclan, y; éstas aves tienen que demostrar cuanto tiempo han entrenado, ya que solo tendrán dos opciones después de concluir la pelea, ser alimento para su criador o recibir aplausos de él. Hace poco fui a visitar Huancayo, provincia de Junín, conocer lugares turísticos y probar las sabrosas comidas típicas, pero mi principal objetivo fue conocer dónde se organiza esta costumbrista, cruel y sanguinaria pelea de gallos.
Cuando caminas por la plaza principal o por las calles más concurridas, ni siquiera te imaginas que a pocas cuadras exista un evento pequeño de pelea de gallos o las famosas yunzas, en cuyos árboles semienterrados cuelgan diversos objetos, desde muñecos hasta frazadas.
Entonces, empecé a preguntar a los transeúntes de la plaza principal, dónde podría encontrar una pelea gallos, sorprendido con la respuesta sin sentir culpa del abuso animal, un señor de treinta años aproximadamente me indica una dirección y me da un consejo, “tienes que llevar dinero, porque no te van a dejar entrar”, cuando llegué después de caminar algunas diez a quince cuadras me tope con un cartel, que tenía un dibujo de un gallo y pensé: “No está prohibido, he hice un gesto mostrando una sonrisa sarcástica”, caminé, toque la puerta y gritaron desde adentro “entra si tienes dinero y cierra la puerta”, al cerrar la puerta apareció un joven diciéndome “buenas tardes señor ¿por quién va a apostar? Y me entregó una hoja con los nombres, hora y fecha de los gallos que iban a pelear, sonreí por dentro y le dije: aún no, quiero ver una pelea y luego apostaré, me arrancho la hoja y se fue sin ningún gesto.
Entonces empezó la “acción”. Un señor de bigote de contextura gruesa se paraba en el medio de los dos gallos, parecía el réferi o el dueño, lo que pude notar es que él manejaba el dinero, tenía un fajo de billetes y un canguro medio abierto lleno de monedas, en el momento que miré su canguro… cruzamos miradas y tenía una mirada soberbia y la cambio a desagradable cuando me miró de pies a cabeza y siguió con la pelea.
Eran dos gallos del mismo tamaño de cuarenta a cincuenta centímetros que tenían un afilado cuchillo en una de sus patas, uno de los gallos estaba sangrando, era de color plomo con ojos grises que parecía fuerte pero acabado, viejo pero dispuesto a luchar hasta el último segundo, el otro un poco más flaco pero mucho más ágil, se veía que era joven y eso quiere decir menos experiencia, fue entonces cuando el gallo ensangrentado saltó (me hizo acordar a “Jet Li”) y el cuchillo directo al cuello, se escucho un silencio de tres segundo cuando el criador del gallo acuchillado dijo: “ no te mueras que te almuerzo” ,se escucharon risas y aplausos ,y el hombre de bigote contó el dinero y se lo dio al criador del gallo ganador y dijo: “bueno, el dinero de las apuestas las tiene Carlos, supuse que era el joven de la hojita y no hice caso.
Esperé un par de minutos cuando el joven de la hoja apareció, como si la tierra lo hubiese vomitado en mis pies y me dijo, que si no apostaba me tenía que ir, cogí mi billetera y le pregunté, ¿hace cuánto hacen estos eventos?, me miro confundido con preocupación también mirando al hombre de bigote haciéndole un gesto de que no sabía que decirme, este hombre gordo de aliento a cerveza y pachamanca con bigotes que me hacia recordar a Miguel Grau se acercó y con un acento diferente al de provincia me dijo: “¿ algún problema señor?, ninguno solo … ¿quiero saber cuántos eventos hacen por mes? Respondí, me volvió a mirar de pies a cabeza y me mostro su dentadura blanca que parecía brillar, muchos y si no va apostar váyase, ¿es policía o periodista? Me pregunto con voz de pocos amigos, respire hondo, suspiré… ninguno, ¿cuánto es lo mínimo que se puede apostar? y, cuando me iba responder, miro el cielo e hizo un gesto de molestia, suspiró y pensó en voz alta “creo que se cancela, bueno mañana a la misma hora como siempre”, todos hicieron el mismo gesto, cogieron sus cosas.
El gallo perdedor seguía tirado ensangrentado, el criador mirándolo con molestia y terror lo consolaba, me acerque y le pregunte qué cuanto había perdido, la cena de esta noche, gallo de porquería tenía que morir, para eso sirven los gallos, para ser comida o para ganar dinero respondió, me miró y pateó al gallo y se fue. Mire al ave, aún se movía y me gritaron a lo lejos: “señor vamos a cerrar, el dueño del gallo se ha ido a traer un costal para llevárselo, él es el único que se puede quedar”. Sonreí y me fui.
Cuando llegué al hotel escribí en mi cuaderno de apuntes, es como un diario solo que, relato mis trabajos y no mi vida.
Aquí, como en muchas ciudades de provincias no hay amor hacia los animales, el Perú avanza y retrocede, si no hay amor hacia los seres de Dios, nunca avanzará. No solo gallos maltratados, también perros, gatos abandonados en esta linda ciudad que es Huancayo, en esta ciudad que seguirá viviendo con risas, desesperación y otros sentimientos encontrados.

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